viernes, 12 de septiembre de 2014

Mi Bacalhau à Brás facilón

Me ha quedado una foto rara, pero qué rico estaba.

¡Hola! Traigo una receta de esas muy fáciles que valen para hacer cena en 20 minutos. Es una versión muy sencilla del bacalao dorado o Bacalhau à Brás, receta típica portuguesa, que como sabéis, es un país de gastronomía muy parecida a la nuestra, y además buenísima, y de gentes hospitalarias y amables, y que hablan inglés fenomenal, y qué más se les puede pedir... Que tengan buen vino, ¡que lo tienen!

En las recetas que he leído, se puede hacer con huevos o sin ellos. Yo normalmente saco de la sartén la mitad y la otra mitad la hago en revuelto. El día de estas fotos hice un bacalao muy muy sencillo (sin huevos ni aceitunas), así que os añado en la lista de ingredientes lo que no le puse pero se suele poner:
No me digáis que no lo pongo fácil

INGREDIENTES (2 personas):

- una cebolla o cebolleta
- dos patatas medianas
- un filete de bacalao fresco o desalado
- aceite de oliva y sal

(no le puse pero suele llevar):

- dos huevos
- aceitunas negras
- perejil para decorar


En casi todas las recetas te indican que se usa bacalao desalado, pero a mí me gusta comprarlo fresco. Aún no le he cogido el tranquillo a desalar bacalao y no me gusta arriesgarme con la sal. Además, siempre lo he hecho con bacalao fresco y me gusta mucho como queda.

Al lío, que es fácil fácil:

1. Se pocha la cebolla en aceite de oliva, con un poquito de sal para que sude. Empezamos a fuego medio y luego bajamos el fuego.

Quería presumir de tabla de cortar
2. Mientras tanto, cortamos las patatas para patatas paja. Se cortan muy finitas con tabla o mandolina y se lavan bien para eliminar el almidón. Se secan un poco en papel de cocina y se fríen en tandas no muy grandes. En esta ocasión me salieron dos tandas.

3. Mientras se hacen las patatas, quitamos la piel al filete de bacalao y lo cortamos en trozos. No hace falta que sean muy pequeños porque se desmiga casi solo en la sartén.

La cebolla doradita dice cómeme
4. En cuanto al punto: esto es lo más fácil. El bacalao dorado lo lleva todo dorado. La cebolla está lista cuando está bien dorada, las patatas paja son doradas, y el bacalao, con huevo o sin huevo, acabará de color dorado. Así que sacamos las patatas bien doraditas a escurrir en papel de cocina, y echamos el bacalao en la sartén con la cebolla.

5. Rehogamos el bacalao. A medida que se va haciendo, será más fácil desmigarlo con la cuchara de madera. Si lo queremos con huevo, cascamos un par de huevos al final y hacemos un revuelto muy brevemente con el fuego apagado. Lo sacamos cuando todavía esté muy blandito.

Tamaño de las tandas. Y color dorado.
6. Yo lo sirvo con las patatas paja debajo, con unos pétalos de sal. Encima, el rehogado de bacalao y cebolla (y huevo, en caso de llevarlo). Se puede servir con unas aceitunas negras y perejil para decorar.










Mi foto ha quedado muy muy sencilla comparada con las maravillas que se ven por internet. Pero doy fe de que está de rechupete. Al fondo se ve mi última adquisición: pétalos de sal marina.

Además de bueno, me trae recuerdos maravillosos de Portugal. ¡A Portugal todo el mundo! En tren o sin moverse de la cocina...

Esta es la foto de Portugal más dorada que he encontrado en mis álbumes. Muchos sabréis de dónde es...





domingo, 7 de septiembre de 2014

La receta del matrimonio (por Miriam) - Aniversario de boda 7-9-13

Hoy hace un año que David y yo nos casamos, uno de los días más felices y especiales de nuestras vidas. Tener a todos nuestros familiares y amigos allí reunidos acompañándonos en tal ocasión fue muy emocionante. 




Hoy quiero recordar el día de nuestra boda con un texto precioso sobre la receta para que un matrimonio funcione que mi amiga Miriam nos regaló. ¡Gracias Miri!




Queridos David y Eva,

Antes de nada quiero daros las gracias por dejar que formemos parte de un día tan especial en vuestras vidas. Veros aquí, ya convertidos en marido y mujer, me demuestra lo poderoso que es el amor verdadero, capaz de salvar distancias y de perdurar en el tiempo, permaneciendo firme para dar consistencia a un camino en común.

No me considero con autoridad suficiente para daros ningún consejo en este nuevo camino, porque mi propio matrimonio está aún recién estrenado y seguramente me queden muchos errores por cometer. Sin embargo, creo que todos los que estamos aquí conocemos la gran afición culinaria de la novia y eso me trae a la mente un ejemplo que alguien me puso un día y que me gustaría compartir con vosotros, para explicar que, salvando las distancias, conocer los detalles del “buen comer” es un arte que requiere una gran inversión, del mismo modo que el matrimonio exige los mejores ingredientes para mantenerlo vivo y fortalecerlo durante toda la vida.

Lo más importante ya lo tenéis: los ingredientes. No busquéis otros mejores, ni de sabores compatibles a vuestro paladar, ni pretendáis ver cualidades y defectos diferentes en lo que ya tenéis. Con vosotros mismos ya sois capaces de elaborar un plato digno de estrella Michelín.

El segundo paso es mezclar bien esos ingredientes hasta conseguir formar una masa uniforme. No os preocupéis de la mezcla de sabores. Todo buen cocinero conoce lo maravilloso que es descubrir la riqueza de compartir aromas en la mezcla, muy superior a degustarlos en su individualidad.

En tercer lugar, es necesario hornear esa masa al fuego del amor que os tenéis el uno al otro y que os ha traído hoy aquí. Para ello hace falta un poco de esfuerzo diario y continuo, intentando adaptar todos los ingredientes al molde elegido para el resto de vuestra vida, pero sin perder la autenticidad de ser quienes sois.

Nunca olvidéis uno de los mayores secretos de los grandes chefs: cuidad los pequeños detalles. El arte de la cocina, como el del matrimonio, gana valor cuando el comensal siente el respeto y el amor del trabajo del otro.

Y por último, no tengáis miedo al resultado. Si algo se quema u os pasáis de sal, pedid perdón y probad una, y otra, y otra vez. Como los grandes gourmets, tendréis que dedicar miles de horas, alguna que otra lágrima y muchísimas sonrisas hasta que consigáis el éxito, pero siempre merece la pena el tiempo pasado en la cocina cuando se saborea el plato más exquisito: la felicidad.