Hoy hace un año que David y yo nos casamos, uno de los días más felices y especiales de nuestras vidas. Tener a todos nuestros familiares y amigos allí reunidos acompañándonos en tal ocasión fue muy emocionante.
Hoy quiero recordar el día de nuestra boda con un texto precioso sobre la receta para que un matrimonio funcione que mi amiga Miriam nos regaló. ¡Gracias Miri!
Queridos David y Eva,
Antes de nada quiero
daros las gracias por dejar que formemos parte de un día tan especial en
vuestras vidas. Veros aquí, ya convertidos en marido y mujer, me demuestra
lo poderoso que es el amor verdadero, capaz de salvar distancias y de perdurar
en el tiempo, permaneciendo firme para dar consistencia a un camino en común.
No me considero con
autoridad suficiente para daros ningún consejo en este nuevo camino, porque mi
propio matrimonio está aún recién estrenado y seguramente me queden muchos
errores por cometer. Sin embargo, creo que todos los que estamos aquí conocemos
la gran afición culinaria de la novia y eso me trae a la mente un ejemplo que
alguien me puso un día y que me gustaría compartir con vosotros, para explicar
que, salvando las distancias, conocer los detalles del “buen comer” es un arte
que requiere una gran inversión, del mismo modo que el matrimonio exige los
mejores ingredientes para mantenerlo vivo y fortalecerlo durante toda la vida.
Lo más importante ya
lo tenéis: los ingredientes. No busquéis otros mejores, ni de sabores
compatibles a vuestro paladar, ni pretendáis ver cualidades y defectos
diferentes en lo que ya tenéis. Con vosotros mismos ya sois capaces de elaborar
un plato digno de estrella Michelín.
El segundo paso es
mezclar bien esos ingredientes hasta conseguir formar una masa uniforme. No os
preocupéis de la mezcla de sabores. Todo buen cocinero conoce lo maravilloso
que es descubrir la riqueza de compartir aromas en la mezcla, muy superior a
degustarlos en su individualidad.
En tercer lugar, es
necesario hornear esa masa al fuego del amor que os tenéis el uno al otro y que
os ha traído hoy aquí. Para ello hace falta un poco de esfuerzo diario y
continuo, intentando adaptar todos los ingredientes al molde elegido para el
resto de vuestra vida, pero sin perder la autenticidad de ser quienes sois.
Nunca olvidéis uno de
los mayores secretos de los grandes chefs: cuidad los pequeños detalles. El arte
de la cocina, como el del matrimonio, gana valor cuando el comensal siente el
respeto y el amor del trabajo del otro.
Y por último, no
tengáis miedo al resultado. Si algo se quema u os pasáis de sal, pedid perdón y
probad una, y otra, y otra vez. Como los grandes gourmets, tendréis que dedicar
miles de horas, alguna que otra lágrima y muchísimas sonrisas hasta que
consigáis el éxito, pero siempre merece la pena el tiempo pasado en la cocina
cuando se saborea el plato más exquisito: la felicidad.
Que preciosidad de carta. Pues sí que ha sido especial el post, tal y como me dijiste. Espero que David y tú seáis muy felices. Un beso enorme y nos vemos muy pronto :)
ResponderEliminarQué recuerdos... ¡Miriam sí que es buena cocinera!
ResponderEliminarMe encanta que hayas puesto esto en "remedios caseros". Hay que probar y remediar y "rectificar de sal", pero merece la pena...
¡Que sigáis horneando felicidad muchos años!